Dicen que «si algo funciona, no lo toques»… pero con el branding, este consejo puede salirte caro. Porque sí, puede que “funcione”, pero sólo porque nadie le está haciendo caso. Es como ese microondas antiguo que todavía calienta: no explota, pero tampoco invita a quedarse a cenar.
Tu marca también tiene derecho a crecer, evolucionar y ponerse un poco al día. Así que si tienes la sensación de que tu branding ha quedado anclado en el año que salió el primer iPhone… quizá sea momento de echar un vistazo a estas señales de alerta.

1. Nadie entiende qué haces (ni tú mismo los lunes por la mañana)
Si tienes que hacer una tesis cada vez que te preguntan “y vosotros, ¿qué hacéis?”, quizás toca revisar el branding. Cuando tu propuesta suena a redacción generada por un robot con exceso de palabras clave, el mensaje no conecta.
El branding no es solamente un logo chulo: es explicar qué haces, para quién lo haces y por qué importas, sin hacer bostezar a nadie.
“Somos una solución transversal orientada a resultados disruptivos…” Perdona, ¿qué? Un buen branding te da claridad interna y conexión externa. Si tú te haces un lío explicándolo, imagínate a alguien que entra por primera vez en tu web. Ya ha cerrado la pestaña y ni te has dado cuenta.

2. Te da vergüenza compartir tu web o tarjeta
Si te cae una gota de sudor frío cuando te piden la web o la tarjeta, quizás no es el calor… quizás es que tu branding se ha quedado atrás. Puede que tú hayas evolucionado, pero tu imagen todavía lleva sandalias de velcro y tipografías del 2004.
Cuando tu branding te representa de verdad, no solo comunica mejor: da gusto enseñarlo. Lo compartes con orgullo, no con excusas (“estamos en proceso de rebranding”, dice alguien desde hace 3 años). Es una extensión de ti, no una reliquia con peluca de carnaval.

3. No generas conexión (y no es culpa de Mercurio retrógrado)
Si publicas, envías newsletters y cuelgas stories… pero tienes la sensación de que hablas solo, quizás el problema no es la gente ni el algoritmo: es que tu branding no genera conexión.
Cuando no hay emoción ni autenticidad, es difícil destacar entre tantos mensajes, un buen branding hace que la gente diga “esta marca me entiende” o “me encanta su rollo”. Si nadie reacciona, quizás toca revisar qué estás transmitiendo y cómo.
Mira Jaguar: pasó de anónimo a inolvidable con la campaña “Copy Nothing” —ni un coche a la vista, pero sí mucho carácter. ¿El resultado? Duplicación de tráfico y +20% en percepción de marca premium. Conectar funciona.

4. Tienes un logo… y ya
Sí, tienes un logo (y sudaste para elegir entre azul marino y azul eléctrico). Pero si tu branding se acaba en “logo.png”, es como ir a una entrevista con un solo zapato: llamarás la atención, sí, pero no de la forma que quisieras.
Un buen branding no es únicamente un dibujito bonito, sino un universo: colores, tono, valores, estilo y coherencia. Si cada vez que publicas un post piensas «¿cómo lo hago para que parezca nuestro?», quizás te falta una base sólida. El logo es solo la portada, el branding de verdad es el libro entero.
5. Tienes mil piezas… y ninguna sigue el mismo estilo
Si tu comunicación parece una colección de cromos mezclados, puede que el branding no esté haciendo su trabajo. No hace falta que todo sea clónico, pero sí debería sonar como tú y parecerlo. Si cada prenda parece hecha por una persona diferente (con gustos opuestos), tu audiencia se pierde… o directamente no te recuerda.
¿La clave? Tener una base clara: colores, tono, estilo… Que se note que, pase lo que pase, esto es 100% marca tuya (y no un experimento creativo a las 3 de la mañana).

6. Te estás camuflando para gustar a todo el mundo (y acabas no gustando a nadie)
Si tu branding cambia más que tu estado de ánimo, puede que estés intentando gustar demasiado. Y cuando quieres encajar en todas partes, acabas perdiendo la voz… y el interés de todos. Copiar modas (“ahora toca pastel”, “ahora vídeo emotivo”) solo te hace sonar genérico, y si suenas como todo el mundo, no te recuerda nadie.
Un buen branding no es camuflarse, sino destacar por lo que eres. Y quizá no gustes a todo el mundo, pero tu gente te reconocerá a la primera… y eso sí que engancha.

En resumen: cuando tu branding grita auxilio… escúchalo
Actualizar tu branding no significa tirar todo por la ventana y reinventarte como si fueras una boyband de los 2000. Se trata de poner orden, actualizar lo que hace falta y hacer que tu marca hable de quién eres ahora (no del día que hiciste el logo en una tarde y te pareció mono). Es como un buen corte de pelo: no te cambia, pero te hace sentir más tú; te miras la web y piensas «ahora sí».
Porque el branding no es solamente imagen, es conexión, coherencia y memoria. Si chirría, no lo dejes para mañana, y si no sabes por dónde empezar, tranquilo: aquí tienes 4 pasos clave para hacer que tu marca vuelva a sonar (y lucir) como es debido.