Esta semana hemos asistido a una open class sobre la transformación digital de las empresas y la verdad es que nos ha hecho reflexionar bastante en la realidad empresarial que vivimos.
Parece evidente que todos los CEO’s, los dircom y los trabajadores del sector de la comunicación saben que toca digitalizarse pero, por desgracia, no siempre es así.
Muchas veces, sobre todo en las grandes empresas, nos encontramos con directivos que, ya sea por miedo, por respeto o por pereza a los cambios, se oponen a digitalizar sus productos o procesos. Se acerca la jubilación y no quieren complicarse la vida.
Como bien se comentó en esta ponencia, la digitalización funciona de verdad cuando va de los de arriba hacia los de abajo. Es necesario que los de arriba crean en la necesidad del cambio y en todos los beneficios (no sólo económicos) que conlleva (ahorro de tiempo, facilidad de obtención de datos, comunicación directa bidireccional…).
También es cierto, sin embargo, que no todas las empresas deben digitalizarse al mismo ritmo o de la misma manera. Es evidente que la capacidad de transformación de una PYME no es la misma que la de una gran empresa, ya sea por la cantidad de gente que tiene que aprender los nuevos cambios (punto a favor de la PYME) como por los recursos económicos de los que dispone (punto a favor de la gran empresa).
Pero paremos un momento.
Lo de digitalizarse suena muy bien, pero, no solo significa pasarse al mundo digital, digitalizarse implica cambiar la mentalidad y, sobre todo, el ADN de la empresa. Y aquí es donde comienza el reto de verdad.
Muchas empresas destinan muchos recursos a digitalizar antiguos procesos que ya dominan en lugar reinventarlos pensando en su cliente. Un cliente que se mueve sin problemas entre el mundo online y el mundo offline.
A la hora de empezar un proceso de digitalización está bien que tengamos en cuenta ciertos puntos:
1. Empezar el proceso de dentro hacia fuera. Hay que empezar desde dentro de la empresa para poder llegar al cliente con garantías de éxito.
2. Aprovechar al máximo las prestaciones que nos ofrece el mundo online, así podremos ofrecer un servicio mucho mejor y con valor añadido.
3. NO digitalicemos los procesos que teníamos. ¡Adaptémonos! No debemos tener miedo a los cambios.
Porque, tal y como preguntó Fernando de la Rosa en la ponencia a la que asistimos, cuántos de vosotros domináis el 50% de la tecnología que tenemos al alcance?
Está bien parar y pensarlo.
Anna Parnau